mayo 16, 2016

¿Es Toulouse una ciudad sin aristas?

Toulouse. Edificio con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil 2016
Toulouse: Edificio con esquina en chaflán
©Selene Garrido Guil

Las esquinas de muchas casas de Toulouse tienen el don de no ser un rincón en penumbra y sin utilidad.

Redondeadas o en oblicuo, las aristas se transforman en pequeñas fachadas con balcones, ventanas y puertas. El ángulo recto desaparece, dando amplitud a las calles y una disposición especial al espacio interior de las casas.


Edificio de Toulouse con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil
Edificio de Toulouse con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil
Edificio de Toulouse con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil
Esquinas en chaflán de Toulouse
©Selene Garrido Guil


Edificio de Toulouse con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil
Edificio de Toulouse con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil
Edificio de Toulouse con esquina en chaflán. ©Selene Garrido Guil
Edificios de Toulouse
©Selene Garrido Guil


Dicen que Toulouse no tiene el estilo señorial y sobrio de otras capitales francesas, pero no por ello carece de belleza y encanto. Tiene, además, el carácter sociable y sonriente de sus gentes como si, al igual que sus casas, carecieran de aristas.

Esa forma de ser abierta y tolerante es, en parte, consecuencia de la buena convivencia de franceses con españoles, magrebíes, latinoamericanos, estadounidenses, irlandeses, vietnamitas y comunidades negras diversas. Así, en el carnaval que se celebra en el mes de abril, cada colectivo se viste y desfila de acuerdo a sus orígenes.

Dragón hecho de globos azules en el carnaval de Toulouse. 9 de abril de 2016. ©Selene Garrido Guil
Carnaval de Toulouse. Dragón hecho de globos.
©Selene Garrido Guil


En el día a día, las calles de Toulouse rebosan de vida: músicos callejeros, coloridos puestos de fruta y flores, alegres terrazas en las plazas, jóvenes y familias poblando las orillas del río Garona y los parques... Es difícil sentirse extraño en Toulouse.

Plaza de Saint-Georges con animadas terrazas llenas de gente. Mes de marzo en Toulouse. ©Selene Garrido Guil 2016
Terrazas de la place de Saint-Georges, Toulouse.
©Selene Garrido Guil
Muelle de la Daurade con gente disfrutando de una tarde de sol junto al rio Garona, Toulouse. ©Selene Garrido Guil 2016
Quai de la Daurade, rio Garona, Toulouse.
©Selene Garrido Guil


En definitiva, si la falta de aristas la entendemos como un modelo estético y de convivencia, Toulouse es sin duda, una ciudad de contornos suaves y de carácter apacible. Una ciudad llena de encanto que bien merece ser conocida.

Vista de Toulouse y del Pont Neuf desde el Pont Saint-Michel. ©Selene Garrido Guil 2016
Toulouse: Pont Neuf sobre el río Garona
©Selene Garrido Guil

© Selene Garrido Guil


La Tierra desde la Luna. Blog de ©Selene Garrido Guil (Dibujo de un telescopio que mira a la Tierra desde la Luna)

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febrero 28, 2016

¿Necesitaría un avión paracaídas?

Un avión suspendido en el aire por un paracaídas
Dibujo ©Héctor Garrido Guil
Varias fórmulas matemáticas y un buen número de estadísticas parecen demostrar que el avión es un medio de transporte seguro.

A pesar de esta fiabilidad, la mayor parte de los viajeros, en los momentos de despegue y de aterrizaje o en medio de turbulencias, confiesa tener más miedo que en un trayecto en coche, en moto, en tren, en autobús o en barco.

Fórmulas matemáticas aparte, los profesionales de la aeronáutica parecen estar de acuerdo en el hecho de que la aviación comercial, en concreto la dedicada al transporte de pasajeros en países desarrollados, es bastante segura.


Un mantenimiento intenso y extenso


Una de las claves de esta seguridad se debe al mantenimiento de los aviones. En función de las horas de vuelo, de los ciclos de despegue-aterrizaje y del desgaste que sufre la maquinaria, se establece un estricto calendario de revisión, redactado por cada fabricante, aprobado por las autoridades y milimétricamente seguido por aplicaciones informáticas complejas. Todas las piezas, componentes y herramientas están certificados según unas normativas. Y existe un seguimiento informatizado de la fiabilidad y del envejecimiento de cada parte y de todo el conjunto.


Un ciclo sin fin de revisiones


El mantenimiento se compone de varios tipos de revisiones, que se diferencian en la frecuencia con que se hacen, en los objetivos y en el tiempo que permanece el avión inmovilizado. Son tantas inspecciones que suelen coincidir y entonces se efectúan juntas.

Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil
La revisión más costosa y larga es aquella sobre la estructura completa de la aeronave. En ella, durante un mes y medio aproximadamente, todos los elementos interiores y exteriores se desmontan para ser reparados o reemplazados. La imagen podría recordar perfectamente al trabajo de todo un hormiguero despiezando un insecto, con la diferencia de que luego todo se vuelve a montar.

Sólo por el número de horas y trabajadores que supone, no es difícil adivinar que, después del combustible, el mantenimiento sea uno de los gastos principales de las compañías aéreas.


Pruebas acrobáticas


Los aviones comerciales procuran hacer movimientos suaves para no sobresaltar a los pasajeros, pero realmente están capacitados para hacer verdaderas acrobacias en el aire. Al finalizar su construcción o una revisión importante, un avión sin viajeros a bordo, se pone a prueba por pilotos especializados.

Avión volando hacia el este. Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil
Dichas pruebas parecen actos temerarios, pero realmente hay detrás un gran número de profesionales midiendo y controlando todas las respuestas de la aeronave. A veces hacen despegar un avión con la cola rozando el suelo. Otras, lo aceleran hasta alcanzar velocidades límite para luego detenerlo y dejarlo caer en picado, dando vueltas hasta entrar en caída libre. También se les somete a temperaturas extremas de calor en el desierto y de frío en el ártico o se les hace atravesar nubes llenas de hielo.

Por otra parte, hay también pruebas en tierra firme. Cuando se construye un nuevo modelo, uno de los aparatos no se destina a volar sino a ser sometido a pruebas de resistencia un tanto destructivas. Por ejemplo, se les doblan las alas en vertical hasta el punto de ruptura.


Objetivo: seguir volando


Fuera del hangar, una aeronave plenamente operativa posee por duplicado los sistemas y equipos esenciales. Así, a pesar de que un motor se averíe, el vuelo puede continuar hasta encontrar una zona de aterrizaje. Y lo mismo ocurre si falla uno de los varios generadores eléctricos. Incluso, si todos los motores fallaran, el avión está capacitado para planear con suavidad.
Avión volando hacia el oeste. Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil

La filosofía es que el avión siempre sea capaz de llegar a tierra en caso del más mínimo problema. De hecho, cuando las rutas aéreas se establecen, se tienen en cuenta la disposición de los aeropuertos a lo largo de éstas.


Contra viento y marea


Dibujo naïf del sol. Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil

Dibujo naïf de una estrella del frío. Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil
En los aeropuertos, antes del despegue se evalúan las condiciones climatológicas. Si hay hielo, escarcha o nieve, los aviones pasan por unas plataformas donde se limpian con chorros de agua caliente mezclada con sustancias anticongelantes.

El calor de la pista unido al impacto del aterrizaje es un factor de riesgo para las ruedas, que pueden explotar o incendiarse. Es por ello que éstas van rellenas de nitrógeno en vez de aire.

Un aterrizaje en un día de calor desgasta más las ruedas que en un día frío. Y la maquinaria responde de manera diferente en un desierto arenoso, en una isla, en montaña a gran altitud y en un país nevado. Todos son factores a tener en cuenta en las revisiones y en los controles de desgaste de las piezas.


Un cuadro de mandos a la última


Dibujo naïf de un avión junto a una montaña entre la niebla. Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil
El cuadro de mandos parece ser otro factor esencial para la seguridad de los aviones. Cuenta con sistemas de detección de peligro de situaciones que en otros tiempos han sido responsables de accidentes graves. Hay dispositivos para prevenir al piloto de la proximidad de un obstáculo como puede ser una montaña oculta tras la niebla. Existen asimismo detectores de aproximación de otras aeronaves en la misma trayectoria. Y para evitar problemas de tipo atmosférico, los radares meteorológicos ayudan a rodear tormentas y turbulencias fuertes. Finalmente, hay mecanismos que alertan de las terribles ráfagas de viento vertical que pueden hacer caer un avión durante el aterrizaje.


Nada de improvisaciones


Según parece, otra clave de la seguridad de los aviones es el equipo humano que lo compone y los protocolos de actuación que éstos siguen. Se dice que en un avión nada es improvisado.

Dibujo de un chaleco salvavidas.Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
Chaleco salvavidas
©Selene Garrido Guil
Los auxiliares de vuelo y azafatas, que técnicamente se llaman TCP (acrónimo de Tripulante de Cabina de Pasajero), aparentemente ejecutan funciones simples: vigilar que los cinturones de seguridad estén puestos o servir tentempiés. Sin embargo, no son esas sus prioridades. Ante todo han de hacer frente a situaciones anormales, tanto de los pasajeros (un ataque de pánico, un parto o una angina de pecho) como de la propia aeronave (una evacuación de emergencia o un fuego). La demostración de seguridad -ese baile de gestos que exhiben los TCP antes del despegue- parece banal, pero tiene su importancia: No está de más saber cuántas filas de butacas nos separan de la salida de emergencia más próxima.

Por otra parte, los pilotos han de entrenarse para saber afrontar situaciones anómalas durante un vuelo. No sería lógico ni seguro someterlos a pruebas de estrés en el aire y es por eso que existen los simuladores. Son cabinas, que por fuera poco parecen un avión pero, al ser manejadas desde su interior, reproducen con fidelidad el funcionamiento de un avión y la respuesta de todos sus elementos (alas, cola, motores, tren de aterrizaje…). Los pilotos de aviación comercial han de sentarse periódicamente frente a los cuadros de mandos de estos simuladores y pasar unas pruebas de capacitación que incluyen situaciones de emergencia de diferentes escalas de gravedad.


Armando rampas y atenuando luces


Detrás de cada puerta de un avión se pueden observar los respectivos contenedores las rampas de evacuación. Se trata de unos toboganes gigantes que se hinchan en cuestión de escasos segundos y que permiten el desalojo de los pasajeros en caso de que no se dispongan de las escaleras accesorias o de las pasarelas de los aeropuertos.

Dibujo naïf de un tobogán de avión. Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
Tobogán de avión
©Selene Garrido Guil
De no haber estas rampas, dada la altura a la que se encuentran las salidas, sería peligroso bajar de un avión. Además, la ausencia de escalones acelera el desalojo de una aeronave en caso de avería o accidente.

Cuando antes de despegar se escucha por megafonía “Tripulación armamos rampas…”, es porque se ha procedido a la activación de estas rampas de evacuación. Se trata de una medida de seguridad y de prevención que nos pasa desapercibida, como otras muchas. Por ejemplo, el hecho de que la luz de cabina se atenúe durante el despegue y el aterrizaje nocturnos tiene como objetivo adaptar los ojos a la oscuridad en caso de una hipotética evacuación.


Inventos futuristas


Existen innumerables líneas de investigación encaminadas a mejorar la seguridad de los aviones y de sus pasajeros.

Dibujo naïf de un avión con paracaídas.Trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
Avión con paracaídas
©Selene Garrido Guil
Hay proyectos centrados en minimizar los estragos de un fuego a bordo. El objetivo es encontrar compuestos químicos que al mezclarse con el combustible del avión anulen la capacidad de éste para arder o explotar.

Otros trabajos se centran en la resolución de problemas durante el vuelo, por ejemplo la autoreparación de grietas en la estructura.

Existen también propuestas de aviones donde los pasajeros viajan en unos habitáculos que, en caso de accidente, se deprenden del avión y toman tierra gracias a un sistema de paracaídas y de balsas de flotación hinchables.


¿Existen paracaídas sin tela?


Dibujo naïf de paracaidista. Trazo blanco sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
Paracaidista
©Selene Garrido Guil
La posibilidad de que los pasajeros lleven un paracaídas individual no se contempla en un avión comercial por numerosas razones. Parece ser que, a gran altitud, la falta de oxígeno y las bajas temperaturas impedirían la supervivencia de un paracaidista. Además, su colocación y manejo requerirían de un entrenamiento y de una preparación antes del embarque inviables. De hecho, los pilotos de pruebas, que sí están obligados a llevar paracaídas, ya entran en el avión con éstos colocados a sus espaldas.

A gran escala, podríamos preguntarnos por qué los aviones no llevan un gran paracaídas. Realmente lo llevan. Pero más que una gran pieza de tela, es un conjunto inmenso de factores que les hacen estar siempre preparados para continuar el vuelo a pesar de cualquier imprevisto. Como hemos visto, existe un meticuloso mantenimiento, un importante trabajo de un equipo humano multidisciplinar y una fuerte inversión en tecnología e investigación.

En definitiva, todo parece indicar que el avión está concebido para ser seguro. A pesar de todo, nada es infalible. Ni las máquinas, ni los hombres que hay tras las máquinas. Los especialistas aseguran que cuando hay un accidente aéreo nunca es por una única causa, sino por una conjunción de ellas. A veces un error humano está entre una de esas múltiples causas. Pero también es la dedicación de un conjunto incalculable de personas lo que impide cada día una catástrofe. Pilotos, TCP, ingenieros, mecánicos, informáticos, técnicos y controladores aéreos son piezas fundamentales de ese milagro cotidiano que es volar y que prácticamente nos pasa desapercibido.


© Selene Garrido Guil

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noviembre 28, 2014

¿Sirve Internet para mirar por dentro?

Círculo formado con palabras de colores donde se puede leer: Internet, red, web, blog, posicionamiento, SEO, Me gusta ©Selene Garrido Guil con tecnología Tagxedo - http://www.tagxedo.com/
©Selene Garrido Guil
Mirar por dentro.
Hállanse de ordinario ser muy otras las cosas de lo que parecían; y la ignorancia que no pasó de la corteza se convierte en desengaño cuando se penetra al interior. La mentira es siempre la primera en todo, arrastra necios por vulgaridad continuada. La verdad siempre llega la última, y tarde, cojeando con el tiempo; resérvanle los cuerdos la otra mitad de la potencia que sabiamente duplicó la común madre. Es el engaño muy superficial, y topan luego con él los que lo son. El acierto vive retirado a su interior para ser más estimado de sus sabios y discretos. 

Baltasar Gracián. El arte de la prudencia (ed. Emilio Blanco). Barcelona: Ariel Quintaesencia, 2012. p. 76

Con Internet se echa en falta el proceso editorial, ese examen al que se someten los libros para ser publicados o no. El sello de una editorial suele buscarse muchas veces, como garantía de calidad de textos y de respeto a los derechos de autor.

Los sitios web y blogs personales son una nueva forma de publicar, pero con un matiz diferente. En ellos prima la inmediatez y la frecuencia de aparición. No hay que pasar por filtros ni hay que pedir aprobación a un consejo editorial. Y con las últimas tecnologías acompañándonos a todas horas, existe la posibilidad de publicar lo que sea en cualquier momento.

Signo de aprobación: mano con pulgar hacia arriba. Dibujo en trazos blancos sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil
El posicionamiento en buscadores para darse visibilidad obliga a mantener un buen ritmo de publicaciones en una web. Esto puede ejercer tal presión en los autores, que, en ciertos momentos, rebajen la calidad de sus escritos con tal de seguir compitiendo por los recursos. Pero se pueden llegar a perder las buenas prácticas y hasta la ética: frases y párrafos se plagian, se dejan de citar las fuentes (sean bibliográficas o de Internet) y no se contrasta la veracidad de las afirmaciones ni de los datos. La popularidad y las retroalimentaciones positivas (llámese dedo pulgar hacia arriba o manos tocando palmas) pueden ser tan atractivas como adictivas y, lamentablemente, echan leña al fuego.

El espacio inmaterial compartido llamado Internet parece entonces que lo admite todo. Y su mal uso y abuso empaña sus bondades. Sin embargo, la pantalla del ordenador (o el móvil o la tableta) es un espejo de dos caras y al otro lado no se sabe quién puede estar. Y como dice Baltasar Gracián “ignorancia que no pasó de la corteza se convierte en desengaño cuando se penetra al interior”.

Afortunadamente, en algunos rincones de la red, aparecen humildes publicaciones que van a su ritmo, al margen de posicionamientos y de prestigios sociales. Por eso quiero dedicar unas líneas a dos blogs con textos sencillos, casi ingenuos, hechos por personas de a pie, que, sin grandes conocimientos, hacen intuitivamente un uso magistral de buenas prácticas: autenticidad, veracidad y transparencia.

Pantallazo del blog 'A mis 95 años' recuperado el 28/11/2014 de http://amis95.blogspot.com.es/
Captura de pantalla de 'A mis 95 años'
Recuperado el 28/11/2014
de http://amis95.blogspot.com.es/

En 2006, María Amelia, a los noventa y cinco años, empezó a escribir en un blog que le creó su nieto. Ahí habló de recuerdos, de política, de actualidad, de sus amistades, de su familia y de su pueblo. Hasta se atrevió a subir vídeos y audios con ella hablando. Cuando se dio cuenta, esta abuela gallega era famosa en todo el planeta, sin que nunca llegara a entender bien por qué. En 2007 fue reconocida como la bloguera más anciana del mundo. En 2008, desde la propia plataforma de Blogger, le felicitaron por ser uno de los personajes más influyentes de Internet en España. Y en 2009 dejó este mundo habiendo sido entrevistada por medios de comunicación de los cinco continentes.

Este es su blog: A mis 95 años






Pantallazo del blog 'Me llamo Lukas con K...' recuperado el 28/11/2014 de http://lukas-gusanito.blogspot.com.es/
Captura de pantalla de 'Me llamo Lukas con K...'
Recuperado el 28/11/2014
de http://lukas-gusanito.blogspot.com.es/

En 2010, Lukas, a los seis años, empezó a escribir en un blog que le creó su padre. Desde entonces, este joven zaragozano ha estado escribiendo sobre sus intereses y aficiones, principalmente los que comparte con su familia en plena naturaleza. De hecho, es coautor con su padre, de un libro sobre excursiones por el Pirineo aragonés. Los textos del blog están a la altura de su edad, pero no por ello dejan de suscitar ternura y autenticidad. Describe paisajes, habla de sus amigos, comenta sus hallazgos en el campo, nos enseña libros que le gustan y hace fotos a todo, incluso a sus dibujos y manualidades. Por la cantidad de publicaciones durante los últimos cuatro años, debe ser un proyecto que tiene muy motivados a padre e hijo.

Este es su blog: Me llamo Lukas con K… El blog del niño naturalista






Estos dos blogs, cada uno en un extremo de la línea de la vida, son sencillos y a la vez genuinos. Tienen su propio sello, su compás y su razón de ser. Su autoría es indiscutible. El amor, una vez más, se alía con la creatividad y surge algo auténtico y personal. María Amelia, gracias a su nieto y a los seguidores de su blog, palió, en parte, su tristeza y soledad antes de acabar sus días. Lukas está empezando a vivir y comparte proyectos con su padre; su mundo es más reducido, de momento; sólo necesita el tiempo que tiene por delante. María Amelia ha dejado en su blog la memoria del pasado. Lukas, va construyendo una memoria por venir. En cada post, ambos han ido mostrando un pedacito de ellos tal cual son, sin distorsiones y sin esperar nada del otro lado de espejo. Ese quizá es el sentido de todo, no sólo de Internet: buscar dentro de uno mismo, y no mirarse en los demás. Ya lo dijo Baltasar Gracián cuatro siglos antes que nosotros.

© Selene Garrido Guil

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octubre 22, 2014

¿Para qué atar cordones en zapatos de cartón?

Fotografía de cordones de colores (naranja, rosa, violeta) junto a un zapato visto desde arriba, dibujado en trazos blancos; ambas imágenes sobre fondo negro. ©Selene Garrido Guil
©Selene Garrido Guil

Atar cordones en zapatos de cartón suena a algo tan insustancial que pasará desapercibido para quien busque un tema con enjundia.

Puede que no recordemos cuándo en la infancia aprendimos ésta y otras tareas que hoy hacemos sin prestar atención.


El Principito en el asteroide B-612. Variación de la ilustración original del libro 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry.
El Principito en el asteroide B-612
©Antoine de Saint-Exupéry





En El Principito cuenta Antoine, su autor, que cuando encontraba una persona que le parecía un poco lúcida, probaba a enseñarle un dibujo que hizo con seis años. Era una boa que se había comido un elefante.

Si el interlocutor le respondía que era un simple sombrero, Antoine adoptaba una pose adulta y hablaba de política o deportes.

No reconocer en su dibujo la escena entre los dos animales le hacía pensar que la otra persona no merecía conocer su yo creativo y aventurero.
'Boa cerrada' digiriendo un elefante. Ilustración original del libro 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry. 'Boa abierta' digiriendo un elefante. Ilustración original del libro 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry.
Boa 'cerrada' y 'abierta' digiriendo un elefante
Ilustraciones originales del libro 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry

Pero no todo es blanco o negro y quizá no debamos ser tan estrictos con los demás. Conforme cumplimos años, va quedando menos tiempo para pensar en esas insignificancias que para un niño son tesoros. Ellos caminan con la cadencia que les deja observar y admirar lo que les sale al paso. Se extasían contemplando una hormiga o su propia sombra, a la vez que ignoran la mano adulta que tira de la suya con prisas. Mientras preguntan el porqué de cada cosa, los mayores resoplamos y sacamos billete para un tren diario de obligaciones, con pocos apeaderos.

Boa a punto de comer una 'fiera' entera. Ilustración original del libro 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry.
Boa a punto de comer una 'fiera' entera
©Antoine de Saint-Exupéry

Por eso no está de más mirar por la ventanilla por si, desde un andén, alguien nos hace señales con los brazos para bajar un rato. Quién sabe si la persona que sólo ve el dibujo de un sombrero se interesa si le contamos que la anaconda y la pitón pueden comer presas tan grandes como ciervos y cocodrilos, tragándolas enteras, sin masticar.




Un día de los de andar a todo tren, me di cuenta de que había llegado el momento en que los niños que me rodeaban debían aprender a atarse los cordones de sus zapatos. Yo no podía seguir interrumpiendo mis ocupaciones para hacer, a cada instante, nudos y lazadas.

Zapatos de color violeta con cordones atados. Dibujos en trazos blancos sobre fondo negro ©Selene Garrido Guil
Zapatos con cordones atados
©Selene Garrido Guil

Por más que me esforcé en explicarlo, la iniciativa resultó frustrante para ambas partes. Coordinar aquella secuencia de movimientos, aparentemente fácil, iba a requerir de mucha práctica y de más tiempo. Tal vez no iba a ser posible conseguirlo en un solo día.




Había que darle la vuelta a la situación. Era un momento clave para evitar caer en la desmotivación que malograra el aprendizaje. Debía bajar de mi tren y dejar a un lado las prisas y los asuntos importantes.

Necesitábamos un ambiente distendido y unas herramientas más cómodas. Bastaría con un cartón con ocho agujeros donde ensartar un cordón. Y, ya puestos, al cartón le dimos un aspecto más representativo: el de un zapato.

Inicio del proceso de creación de zapatos de cartón: siluetas blancas pintadas con rotulador negro, junto a tijeras y rotuladores de colores. Fotografía ©Selene Garrido Guil
Inicio del proceso de creación de zapatos de cartón.
Fotografía ©Selene Garrido Guil
Resultado del proceso de creación de zapatos de cartón: siluetas coloreadas, algunas ya con cordones ensartados. Fotografía ©Selene Garrido Guil
Resultado del proceso de creación de zapatos de cartón.
Fotografía ©Selene Garrido Guil

Evidentemente no inventábamos nada. En comercios especializados hay muchas herramientas que fomentan la llamada psicomotricidad fina.

Pero como la opción de comprar las cosas hechas la tenemos a mano, ¿por qué no probar a construirlas? ¿Valdría la pena el esfuerzo?

En nuestro caso era algo tan rápido y sencillo que no había excusas para no hacerlo.

De un paquete de cereales y de una caja de galletas obtuvimos un cartón fácil de cortar con tijeras.

Mientras creábamos siluetas de zapatos, pusimos una música de fondo al gusto de todos.

Y como la actividad resultaba amena y distendida, invitamos a algunas personas cercanas a bajarse del tren a echarnos una mano.


Cada cual diseñó y embelleció su plantilla con dibujos y colores personalizados. Los modelos resultaron perfectos para probar diferentes maneras de ensartar cordones y para ensayar nudos y lazadas. Habría muchos días por delante para practicar y afianzar los nuevos conocimientos.

Zapatos de cartón con sus cordones ensartados y atados. Fotografía ©Selene Garrido GuilZapatos de cartón con sus cordones ensartados y atados. Fotografía ©Selene Garrido Guil
Zapatos de cartón con sus cordones ensartados y atados
Fotografía ©Selene Garrido Guil

Mereció la pena el esfuerzo. Además de reutilizar materiales de desecho, mejoramos la motivación no sólo para aprender, también para enseñar. Se creó un ambiente relajado que propició la espontaneidad para aportar nuevas ideas. Los adultos también aprendimos de los niños. Descubrimos en los demás cualidades creativas agazapadas o adormecidas, lo cual nos ayudó a conocernos mejor y a fortalecer los lazos afectivos. En definitiva, resolviendo un reto, hicimos, a pequeña escala, lo que hacen las grandes empresas: crear un equipo de trabajo cohesionado para sacar adelante un proyecto.


Evasión de El Principito aprovechando una migración de pájaros silvestres. Variación en trazos blancos sobre fondo negro a partir de la ilustración original del libro 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry.
Evasión de El Principito
©Antoine de Saint-Exupéry
Hacer zapatos de cartón redimensionó un tiempo y un espacio -quizá en algún asteroide- donde evadirse y compartir la mirada de un Principito que sabe distinguir un elefante y una boa donde, aparentemente, sólo hay un sombrero.

Es de agradecer que, de vez en cuando, alguien nos haga señales desde alguna estación de tren para que le acompañemos, por un rato, a hacer cosas que parecen insustanciales.

Ahora, cuando voy a tirar una caja o un envase, hago un hueco en mi maletín para este nuevo tipo de proyectos y busco por la ventanilla apeaderos donde compartir sus colores, sus texturas y sus melodías.

© Selene Garrido Guil




APÉNDICE

Plantillas imprimibles
Para hacer zapatos de cartón

Plantilla imprimible para hacer zapatos de cartón. Tiene dos siluetas blancas de zapato con ocho ojales. Ambas tienen ornamentos marcados rotulador negro. Una de las siluetas está coloreada la otra está lista para colorear. ©Selene Garrido Guil
Pincha aquí para descargar esta plantilla imprimible
©Selene Garrido Guil
Plantilla imprimible para hacer zapatos de cartón. Tiene dos siluetas blancas de zapato, una con dibujos en rotulador negro, lista para colorear, y la otra vacía, lista para añadir ornamentos. ©Selene Garrido Guil
Pincha aquí para descargar esta plantilla imprimible
©Selene Garrido Guil

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